domingo, 18 de enero de 2015

PEDRO ABRAHAM VALDELOMAR PINTO

EL CONDE DE LEMOS

Pedro Abraham Valdelomar Pinto (Ica, 27 de abril1 de 1888 - Ayacucho, 3 de noviembre de 1919)




“El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert, soy yo…”. Abraham Valdelomar.





LA CIUDAD DE LOS TÍSICOS 

El Imperio del Sol 

“…Si cabe idealismo en el arte, venid a buscarlo en los huacos. Venid a admirar símbolos, a interpretar miradas, a leer historias trágicas. ¡Interpretad la risa de los huacos! No busquéis la intensidad filosófica en ellos entre los que representan mazorcas de maíz o imitaciones de pelícanos, como no buscaríais ahora el arte entre las baratijas de un bazar de mercado. Id más arriba. Buscad el arte «con vuestros propios ojos».¡La risa de estas figurillas de barro, la mirada de estos ojos sin luz, la actitud de estos hombres que luchan! No es una risa sana, definida, risa de pueblo feliz bajo el sol fecundante. Es una mueca enfermiza, un gesto de ironía. Es la parte de caricaturas de aquellas edades. Un arte original, porque hay en él la escritura simbólica, el culto a la verdad y la caricatura filosófica. Estos hombres del Gran Imperio del Sol no tuvieron pinturas, ni libros, ni monedas, no tuvieron teatro, de manera que sus pensamientos, sus deseos, sus creencias, sus amarguras, su alma toda la pusieron en sus huacos. Estos objetos de arcilla son, pues, obras de filosofía, piezas estatuarias, lienzos heráldicos, libros de historia. En casi todos la risa es el motivo de la fisonomía. La risa en todas las gamas, desde el gesto imperceptible como una insinuación dulcísima de Monna Lisa, hasta el gesto doloroso y torturador de las grandes bocas abiertas que ríen a pleno pulmón, con sus dos filas de dientes enormes. Y entre esos huacos simbólicos los hay que llegan hasta nosotros, indescifrables, mudos, misteriosos y en algunos hay que venir hasta Leonardo, hasta Goya, hasta Baudelaire, sí, hasta Baudelaire, porque esos objetos de barro son decadentes: ¡hay que verles sonreír!...” (1)





LOS OJOS DE JUDAS 

CAP IV-VI 

“…En medio de esa hora me sentí solo, aislado, y tuve la idea de haberme perdido en una de esas playas desconocidas y remotas, blancas y solitarias donde van las aves a morir. Entonces sentí el divino prodigio del silencio; poco a poco se fue callando el rumor de las olas, yo estaba inmóvil en la curva de la playa y al apagarse el último ruido del mar, el ave se perdió a lo lejos. Nada acusaba ya a la Humanidad ni a la vida. Todo era mudo y muerto. Sólo quedaba un zumbido en mi cerebro que fue extinguiéndose, hasta que sentí el silencio, claro, instantáneo, preciso. Pero sólo fue un segundo. Un extraño sopor me invadió luego, me acosté en la arena, llevé mi vista hacia el sur, vi una silueta de mujer que aparecía a lo lejos, y mansamente, dulcemente, como una sonrisa, se fue borrando todo, todo, y me quedé dormido [...] El terrible enemigo contra el que luchan todas las creencias y supersticiones de los pueblos costaneros; que surge de repente, que a veces es el molino desconocido y siniestro que lleva a los pescadores hacia un vórtice extraño y no los deja volver más a la costa; otras veces el peligro surge en forma de viento que aleja de la costa las embarcaciones para perderlas en la inmensidad azul y verde del mar. Y siempre que aparece este espíritu desconocido y sorpresivo las gentes sencillas vibran y oran al apóstol pescador, su patrón y guía, porque seguramente alguna vida ha sido sacrificada…” (2)





LA CIUDAD MUERTA

III.- LA CIUDAD COLONIAL

“…Yo le dije: —Campo de gules. Tres estrellas y en el centro una corona real. El escudo es de forma romana y termina en un penacho de tres plumas doradas y la leyenda "Hic est Stella regis". Esta es la estrella del rey. Como usted sabe fue una poderosa ciudad tan orgullosa y celebrada que se diría que el tiempo ha querido castigar su orgullo como a una mujer coqueta... ¿Cuando cayó?... 

Estas ciudades, amigo mío, se fueron con la dominación hispana. Estas ciudades netamente españolas no podían vivir la delictuosa época de la República. Eran como esos nobles arruinados que, perdida la hacienda, se pegan un pistoletazo sobre el mismo tapete, antes que hacer una vida humilde. Nobles sin hacienda o damas aristocráticas que se niegan a lucir pobres en los saraos los restos de su pasada grandeza. La independencia, palabra inventada para matar reyes y destruir recuerdos, mató a muchas de esas ciudades coloniales nobles y florecientes. Algunas dejaron que los mulatos independizados, los soldados ensoberbecidos, los criollos opulentos, pisotearan sus escudos, hollaran sus blasones y deshojaran sus lises de oro, mas ésta que a nuestros pies duerme el sueño de la muerte perteneció a las rebeldes, a aquellas que como Saúl se arrojaron sobre el filo de su espada antes que ver la humillante sonrisa del vencedor...” (3).





EL CABALLERO CARMELO 



“…Se hizo un profundo silencio y soltaron a los dos rivales. Nuestro Carmelo al lado del otro era un gallo viejo y achacoso; todos apostaban al enemigo, como augurio de que nuestro gallo iba a morir. No faltó aficionado que anunciara el triunfo del Carmelo, pero la mayoría de las apuestas favorecía al adversario. Una vez frente al enemigo, el Carmelo empezó a picotear, agitó las alas y cantó estentóreamente. El otro, que en verdad no parecía ser un gallo fino de distinguida sangre y alcurnia, hacía cosas tan petulantes cuan humanas: miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha. Enardeciéronse los ánimos de los adversarios, llegaron al centro y alargaron sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno. El Ajiseco dio la primera embestida; entablóse la lucha; las gentes presenciaban en silencio la singular batalla y yo rogaba a la Virgen que sacara con bien a nuestro viejo paladín. 

Batíase él con todos los aires de un experto luchador, acostumbrado a las artes azarosas de la guerra. Cuidaba poner las patas armadas en el enemigo pecho, jamás picaba a su adversario -que tal cosa es cobardía-, mientras que éste, bravucón y necio, todo quería hacerlo a aletazos y golpes de fuerza. Jadeantes, se detuvieron un segundo. Un hilo de sangre corría por la pierna del Carmelo. Estaba herido, mas parecía no darse cuenta de su dolor. Cruzáronse nuevas apuestas en favor del Ajiseco y las gentes felicitaban ya al poseedor del menguado. En un nuevo encuentro, el Carmelo cantó, acordóse de sus tiempos y acometió con tal furia que desbarató al otro de un solo impulso. Levantóse éste y la lucha fue cruel e indecisa. Por fin, una herida grave hizo caer al Carmelo, jadeante... 

-¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! gritaron sus partidarios, creyendo ganada la prueba. 

Pero el juez, atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de cánones dijo: 

-Todavía no ha enterrado el pico, señores! 

En efecto, incorporóse el Carmelo. Su enemigo, como para humillarlo, se acercó a él, sin hacerle daño. Nació entonces, en medio del dolor de la caída, todo el coraje de los gallos de "Caucato". Incorporado el Carmelo, como un soldado herido, acometió de frente y definitivo sobre su rival, con una estocada que lo dejó muerto en el sitio. Fue entonces cuando el Carmelo que se desangraba, se dejó caer, después que el Ajiseco había enterrado el pico. La jugada estaba ganada […] Caía la tarde y, por la ventana del cuarto donde estaba, entró la luz sangrienta del crepúsculo. Acercóse a la ventana, miró la luz, agitó débilmente las alas y estuvo largo rato en la contemplación del cielo. Luego abrió nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse y cantó. Retrocedió unos pasos, inclinó el tornasolado cuello sobre el pecho, tembló, desplomóse, estiró sus débiles patitas escamosas, y mirándonos, mirándonos amoroso, expiró apaciblemente…” (4)




Pedro Abraham Valdelomar Pinto

Quien en vida fuera narrador, poeta, periodista, ensayista y dramaturgo, considerado uno de los principales cuentistas del Perú. Fue hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de María Carolina de la Asunción Pinto Bardales. Transcurrió sus primeros días en una pequeña casa de la Calle Arequipa de su ciudad natal, Ica. Vivienda en la que hasta el año 2007 podía apreciarse una placa recordatoria, lamentablemente, el terremoto de aquel año provocó el derrumbe completo de dicha primera casa de Valdelomar. 

Aunque breve fue su paso por esto que denominamos realidad, fueron 31 años de profusa actividad, relacionado con el quehacer literario, político y periodístico, provisto de una actitud arrogante y provocadora, que como el bien explicaba, era para que todos, en especial la encopetada alta sociedad limeña, prestaran atención a un escritor provinciano como él, en una época en que hasta entonces los escritores ( y menos aun los provincianos) no habían tenido espacio propio ni un lugar de respeto en la sociedad. 

Fundador de la revista Literaria COLONIDA encabezando el movimiento intelectual del mismo nombre Movimiento Colónida, que cohesiono a una generación de artistas y escritores en torno a la ruptura con el academicismo hispano y la libre renovación de temas y estilos. 

Si bien Valdelomar empieza circunscrito en el modernismo (*), tal como se percibe en sus primeros poemas, su elitismo y su inquietud por abrirse a nuevos temas lo hacen un modernista terminal o un postmodernista. Los innegables rasgos postmodernistas de los cuentos “criollos” (como El caballero Carmelo) y los poemas familiares de Valdelomar (“Tristitia”, El hermano ausente de la cena de Pascua”), favorecen incluir al escritor dentro del postmodernismo. Aunque debemos precisar que el movimiento o grupo que lideró, llamado Colónida, presenta facetas que tanto lo acercan como lo separan del modernismo, debido a la heterogeneidad de las posiciones asumidas por sus miembros. "Colónida" representa en realidad una etapa de transición de la literatura peruana donde convergieron las fuerzas tradicionales y las de renovación.





Carta dirigida a Bustamante y Ballivián: 

“…He leído en el primer número de La Nación, que es el único que he recibido, las bases de un concurso literario. Usted sabe, Enrique, cuánto necesito triunfar donde se me presente un honrado campo. Teniendo esto en consideración, y sabiendo que usted es miembro del jurado, sin voto (que de otra manera no le confiaría esto) porque no deseo bajo ningún punto que se me favorezca sin derecho y sin justicia, le digo lo siguiente: he sacado de mi libro de novelas cortas ese cuento que le envío, para entrar al concurso. Como usted sabe que me jodería completamente sacar un segundo o tercer premio, el favor que usted me va a hacer consiste en que entregue el cuento, al cual le pongo yo un seudónimo; para en caso de no sacar el premio, no se sepa mi nombre. Esto lo hago yo, su intervención es esta otra: Si me dieran por chiripa el primer premio, entonces usted explica al jurado la razón que tuve para dar mi seudónimo y la carta que envío para garantizar la propiedad de mi cuento. Esto sólo en el caso de que se trate del primer premio, pues si no, usted se quedará tan calladito y no se sabrá que el cuento ése es escrito por este pobre diablo. Otra cosa aún. Como yo no quiero que hablen y critiquen mi actitud al ir a ese concurso, ni que digan que es cojudo y que, yo desde Europa, les vaya a arrebatar triunfos a los de allí, le incluyo un pliego en el cual renuncio al premio y cedo el dinero al que me suceda y, si éste no lo quisiera, al Centro Universitario o a cualquier sociedad…” (5).





Con la aparición del “Caballero Carmelo”, se inicia el cuento criollo en el Perú y el ingreso de la narrativa peruana a la modernidad, además que por vez primera se pone al niño como protagonista, sobre esto Jorge Basadre Grohmann dijo: 

“…Con el Caballero Carmelo puede decirse que comienza en el Perú el cuento criollo. Las Tradiciones de Palma algo de eso habían tenido en cuanto pintaban algunas características de nuestro ambiente pero fugazmente u opacadas por el paramento de la evocación. Las Tradiciones, tenían, además, predominante sabor limeño. Valdelomar supo perennizar en los cuentos que inician aquel libro la vida de la provincia y, al mismo tiempo, la vida del hogar. Como López Albújar hizo el cuento de la sierra, él hizo el cuento costeño. Además, es aquí donde recién aparece el niño como protagonista de la literatura peruana, que había sido tan adulta en el gimoteo romántico como en las risas de los epigramáticos. Y al mismo tiempo, nuestra literatura donde escasea el sentimiento del paisaje, se enriquece con estas visiones límpidas del puerto y del mar. La sensibilidad de Valdelomar, un poco femenina en su dulzura y en su delicadeza, se prestaba para miniar estas páginas autobiografiadas donde el recuerdo detallaba lo pintoresco…”(6)































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Vídeo y fotografías: son propiedad de sus respectivos autores.

(1).- LA CIUDAD DE LOS TÍSICOS, 1911
Cap. EL IMPERIO DEL SOL
ABRAHAM VALDELOMAR
P.p. 11,12

(2).- LOS OJOS DE JUDAS, 1912-1913
CAP. IV, VI
ABRAHAM VALDELOMAR

(3).- LA CIUDAD MUERTA, 1911
Cap. III, LA CIUDAD COLONIAL
ABRAHAM VALDELOMAR

(4).- EL CABALLERO CARMELO, 1913
Cap V-VI
ABRAHAM VALDELOMAR

(5).- Fragmento de una carta de Abraham Valdelomar dirigida a Enrique Bustamante y Ballivián, fechada en Roma, el 8 de octubre de 1913. Citada por Luis Alberto Sánchez en Valdelomar o la Belle Époque, México, Fondo de Cultura Económica, 1969.

(6).-  Basadre, Jorge: 
- Equivocaciones, editado conjuntamente con el libro Se han sublevado los indios de Luis Alberto Sánchez. Lima, 1928. 
-Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Octava Edición, corregida y aumentada. Tomo 14. Editada por el Diario «La República» de Lima y la Universidad «Ricardo Palma». Impreso en Santiago de Chile, 1998.

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